sábado, 28 de julio de 2018

HOMENAJE AL DOCTOR JUVENAL ÑIQUE RÍOS


  Saludamos al caballero de la democracia, ejemplo de militante honesto  y aprista con lealtad y sufrimiento, poeta, escritor y maestro de juventudes                                                                                 







Mi querido primo Juvenal, tus páginas figuran en los anales de la historia, pero esa luminaria seguirá despertando nuestros corazones, hoy más que nunca. Hoy quiero felicitarte cantando Las Mañanitas por tus dichosos ciento tres años, que sigamos emulando tu grandeza moral, tu talento de gran luchador por la Justicia Social, por el Pan con libertad y Defensa de los Derechos Humanos, te recuerdo siempre enérgico “luchador sin tregua”, porque el Apra se forjó luchando, y así seguiremos hasta que los problemas sociales no se resuelvan en nuestro Perú. Todavía recuerdo un cartel que decía: MOCHE EN  MARCHA  COMPAÑEROS, y es que con tu llamamiento querías llegar a la conciencia del pueblo mediante la educación sobre todo para una juventud mochera, que despertaba de la adolescencia. Hoy me tienes compañero Maestro Juvenal recordándote y poniendo en práctica tus enseñanzas. Los Coloquios Culturales de Haya de la Torre siguen adelante. Hemos cumplido 18 años dictando conferencias y coloquios en el Ateneo de  Madrid, La Docta Casa, recinto glorioso de la historia republicana de España, que dentro de poco celebrará doscientos años. Pues para nosotros es nuestra Ágora del saber, como lo es en el Perú La Casa del Pueblo. Mi querido primo Juvenal un fuerte abrazo, para Blanquita, Oscar, la familia, para todos ¡Muchas felicidades!                                                                                                            
Víctor Raúl quería mucho al pueblo de Moche, la cuna de la civilización Muchik, aquí pasaba sus vacaciones con su familia, desde muy niño.          Sabemos que Trujillo es la cuna del Aprismo pero en Moche surgieron los grandes proyectos del APRA, nos dijo Víctor Raúl, conversando junto con mi hermano Manuel, en Lima (octubre de 1967). Nuestro querido Moche y su campiña tienen una historia milenaria, fue uno de los primeros en dar un paso al frente en la Revolución de Trujillo de 1932. Familias enteras se movilizaron demostrando con hechos concretos la solidaridad y el compañerismo, y más tarde durante años terribles de la Gran Persecución. Éramos toda una gran familia y lo demostraron sus líderes Juvenal Ñique, Teófilo Román Cornelio Rosales, Antero Fernández, Nilo Gutiérrez, Vicente Fernández, Víctor Nureña, Ramón Fernández Azabache, Celestino Fernández, José Asmat, Alfredo Tello Salavarría, el gran conductor, en fin… Muchos compañeros pagaron su militancia aprista, con la cárcel, la ejecución, durante los fusilamientos de Chan chan, y otros con el exilio. Algunos pudieron contarlo, los que sufrieron prisión en el Panóptico, el Frontón, como mi primo Juvenal Ñique Ríos, sus poesías lo dicen todo, cuidadosamente condensadas en su libro “Desde mi cautiverio” a mi tío Teófilo Cornelio Rosales, y los del exilio en México como el compañero Manuel Vásquez Díaz. En los años de la barbarie recordemos al peluquero Juan Ñique, nuestro tío, que se encontraba preso y todas las noches lo llevaban a presenciar las ejecuciones, para que revelara donde estaba Cesáreo Sebastián Ñique, nuestro padre. Pero, también a Julio Sánchez Cornelio “patadón”, marinero que estuvieron a punto de fusilar y se salvó por alcachuete de un alférez, pues el día de la sublevación él había bajado a tierra para entregar unas cartas a su novia, y así se salvó.
Es oportuno hacer este recordatorio a manera de rescatar lo rescatable de la trayectoria del Aprismo, de su militancia, de sus simpatizantes para ofrecerlo como lección trascendente y estremecer la conciencia de quienes medran al amparo de situaciones mal habidas. Tenemos que rescatar la vertical conducta de los tiempos heroicos y combatir a los logreros y arribistas que mucho daño hacen a la memoria de nuestro querido Maestro VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE y a sus MÁRTIRES.
Por Ricardo F. Ñique Cornelio