miércoles, 15 de noviembre de 2006

HOMENAJE A JUVENAL

Tomo el título de uno de sus versos, “Hermano combatiente”, para hablar de Juvenal Ñique Ríos quien con sus años bien llevados acaba de dejar los claustros universitarios como docente y ocupar el cargo de vice- Prefecto, en el Departamento de la Libertad.
Juvenal, poeta, periodista y docente universitario pero sobre todo símbolo de una vida de combatiente en los tiempos difíciles de la persecución y de la militancia aprista en el Perú, es el ejemplo que ilusionó a jóvenes de nuestra generación de familias apristas del heroico pueblo de Moche, en el norte del Perú, donde se reunían clandestinamente los líderes y discípulos de Víctor Raúl Haya de la Torre, Carlos Manuel Cox, Antenor Orrego, Manuel Arévalo, Alfredo Tello, Manuel Seoane, Alcides Spelucín, y otros.

Es significativo porque estos versos de su libro “Desde mi cautiverio”,
revelan la grandeza de este gran combatiente sin tregua:

“ Cuando la libertad llegue
y deje de ser sarcástica promesa,
a nadie se perseguirá por sus ideas,
no habrá presos políticos
ni celdas de torturas.

Cuando llegue la libertad
y la justicia sea verdadera,
se iluminarán todos los caminos,
sinfonías aurorales
animarán la vida,
la alegría estallará en los hogares
reemplazando al llanto,
y amanecerá la dicha en su mirada;
el pobre no será vejado ni explotado
y será menos pobre cada día.

Las sementeras alegres
apurarán su entrega;
los trigales mecerán
sus doradas espigas;
el pan nuestro crecerá multiplicándose
y en los hogares del pueblo
no habrá cocinas tristes
ni mesas abandonadas”

*del libro “Desde mi cautiverio de Juvenal Ñique Ríos.

Nos acercamos a la Navidad del Niño y Juvenal nos habla de la festividad, en la etapa histórica y de la celebración tan familiar, que poco a poco llegó al corazón del pueblo peruano, que ahora se multiplica en afecto y que no va a desaparecer nunca.
Juvenal nos traslada a la época de la clandestinidad en el Perú, que aún en tiempos difíciles siempre estuvo presente el pundonor, la inteligencia y el amor al prójimo de todo buen aprista.
Para él, ese ejemplo estaba en el Maestro Víctor Raúl Haya de la Torre, que nunca descuidó el amor por la niñez, ese gran afecto que él sentía por los menores y por su puesto por la juventud pues en Haya de la Torre una de sus virtudes como persona humana ha sido el amor hacia el prójimo, el amor orientado hacia el desarrollo de cada uno de los hombres y mujeres de esta patria nuestra, el Perú.
Haya de la Torre quiso no solamente la atención para los niños sino también la educación, la alimentación y especial cuidado. Por eso cada vez que regresaba del extranjero pedía cuentas sobre lo que se estaba haciendo por los niños y qué se podía mejorar para todos los niños más necesitados del Perú. Es así que gracias a su iniciativa se crea la Fundación del Niño Peruano, otra de las obras sociales para reunir a las familias.
Cuando visitaba Moche, Trujillo o llegaba a la casa del c. Hermes Cáceda, en el balneario de Huanchaco observaba desde la vivienda el trajinar inocente de los menores huanchaqueros y solía decir: “Huanchaco tiene que ser grande pero por su juventud. Los niños de hoy serán los jóvenes de mañana y los ciudadanos nuevos, pues esa trilogía de afectos concretada en una sola línea de conducta es la que tendrá que darle a nuestros pueblos ese sentido de dirección que es lo que nos falta muchas veces”.

Juvenal siempre estuvo al lado del Jefe del Aprismo, a quien admiraba y fue asiduo colaborador de Víctor Raúl.
Según mi primo Juvenal Ñique Ríos, el siglo de Haya de la Torre en cuanto a la interpretación genuina de su pensamiento se refiere, será este siglo XXI y de aquí para adelante…
¿Pero como era Haya de la Torre en la época heroica de la clandestinidad, durante la lucha contra las dictaduras?, le pregunté.
Era un hombre tenaz, perseverante, muy valiente, con una fuerza de carácter tremenda pero a la vez con una expresión de ternura cuando trataba a los jóvenes de la época. Y cuando salíamos a misiones difíciles que cumplir él nos solía abrazar con su ceño fruncido pero con su abrazo a todo dar.
Y cuando yo le pregunté, pasadas estas épocas difíciles, de porqué esos abrazos tan diferentes a los de hoy, Haya me dijo: “Yo no sabía si los volvería a ver otra vez, y por esa razón mi abrazo quería ser el abrazo eterno, el abrazo infinito”. De manera que esas cosas que poco se han dicho y poco se conocen de Haya de la Torre, han sido una expresión de valor, de coraje y de gran ternura para los jóvenes.

Para Juvenal la verdadera historia del Perú tiene que registrar en sus páginas, los gestos docentes del partido en la persona de Haya de la Torre, él con toda razón sostenía que “el Aprismo era no solamente decencia política sino docencia política”. Y no podemos negar que Víctor Raúl fue el que inicia en el escenario de la política nacional la modernización de la política en el Perú.

La recia personalidad del Maestro abarcó una dimensión universal. Si bien es cierto que su nacimiento en Trujillo, el 22 de febrero de 1895, fue un gran acontecimiento en el desarrollo de su vida a lo largo de América Latina, fue un gran estremecimiento de carácter cívico, político, cultural y filosófico porque con Haya de la Torre se afianza una época cultural en la América del futuro, con Haya de la Torre se afianza el nacimiento de una nueva situación en la política de Indoamerica y del Perú.

Me despido de mi primo Juvenal, con un hasta la próxima, no sin antes felicitarlo y elogiar su buen estado de salud y es que llegar a los 92 sin ningún rasguño confirma esa longevidad de los apristas, de los hayistas, de los buenos militantes entregados con fe y lealtad en la lucha por el ideal. Por eso vamos al rescate de nuestro Partido en memoria de los más de diez mil mártires que lucharon al lado de nuestro Maestro Víctor Raúl Haya de la Torre.

No ha habido movimiento político alguno, que en América Latina haya resistido tan heroicamente las envestidas de las dictaduras de turno, por más de tres décadas. Asesinatos, cárcel, tortura, deportación e incautación de propiedades privadas fueron recursos abominables del tirano para tratar de acabar con la porfiada lealtad aprista.

A los advenedizos, a los malabaristas del oportunismo y de la corrupción bien vale recordarles que Víctor Raúl nunca dejó de consultar a las bases del partido para tomar decisiones importantes. El respeto que él tuvo por la estructura partidaria era la garantía de que nuestro partido ejercitaba el poder del pueblo, de las bases populares, para conquistar la vigencia de un estado democrático, ajeno a manipulaciones cupulares e intereses particulares de quienes se arrogan la representación del aprismo, que el pueblo no les ha conferido.

Con Fe, Unión, Disciplia y Acción.

Ricardo F. Ñique Cornelio